Problemas. Todos todos los tenemos. Son intrínsecos a la vida de las personas e intrínsecos a la vida de las organizaciones. Las mejores aptitudes para resolver los problemas se centran en la posición activa, en la proactividad.
Los riesgos son un problema en estado larvario, y la definición de riesgo, dice que es un evento incierto que de producirse tiene un impacto positivo o negativo en nuestra persona o nuestros intereses o en nuestra organización.
Es importante corregir los efectos cuando se ha detectado un problema, prevenir que vuelva a ocurrir, analizar las causas y no focalizar en las personas, no buscar culpables, buscar las causas y solucionarlas.
Hay que analizar la implementación de las acciones para resolver los problemas. Las soluciones definitivas luchan o van, se dirigen, contra la causa raíz, pero tenemos que ver que sean eficaces. Para este punto, debemos establecer acciones preventivas, analizando cómo estas medidas correctivas afectan a otros procesos, cómo impactan los riesgos que se puedan derivar de ellos y anticipamos fallos para prevenirlos.
Para evitar esa recurrencia, lo que modificaremos serán los procedimientos donde se han producido los problemas, modificaremos las especificaciones que han generado esa situación o modificaremos los procedimientos de formación.
Lo que pretende es auditar los resultados, controlar la eficacia de este sistema de resolución de problemas que hemos puesto en marcha, revisar todo el proceso analizando los errores, las buenas prácticas, obteniendo lecciones aprendidas que se pueden documentar y conservar y, que el sistema sea capaz de reconocer al equipo por su contribución a la mejora continua de la organización.







